De paseo por la Setmana del llibre en català 2015, parte 1

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Estos días me he dado una vuelta por la Setmana del llibre, que ha convertido la avinguda de la catedral en una pequeña ciudad dedicada a los libros, con tres «plazas» donde tienen lugar mesas redondas, presentaciones y un toque de famoseo. Aparte del objetivo primordial del evento, que no es otro que vender libros editados en catalán, este año se le suma la candidatura de Barcelona a Ciutat de la Literatura UNESCO, motivo por el que reparten unos boletos rojos donde se pueden aportar ideas.

Para aquellos a los que les gustan los libros hasta límites que rozan el fetichismo, como yo, la Setmana supone un peligro de cariz económico y también una manifestación apabullante de la versión libresca del síndrome de Stendhal (que debería tener nombre propio, ¿verdad?).

Al margen de eso, resulta interesante hacer un poco de trabajo de campo y observar el ambiente que predomina en saraos como éste. Por ejemplo, fijarse en el clima de exaltación digamos patriótica que se respira en las casetas de las diferentes editoriales. El que se respira por todas partes, vaya. Paseando por las diferentes estanterías nos podemos topar con numerosas obras que retratan el sufrimiento y la opresión del pueblo catalán, o sus avatares en la conquista de la libertad. Hablo de libros de actualidad. Estamos ante todo en un evento donde reina el márketing, y el tema político-identitario asoma con increíble frecuencia. Por no decir que hay colecciones o hasta diría editoriales enteras consagradas a tal temática, la que cada cual bautizará según sus filias y sus fobias.

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En cuanto a actos, el domingo día 6 acudí a una lectura poética organizada por La Impossible Llibreters con el nombre de Labreu, Meteora, Blind Books: quatre poetes, en que participaron los poetas Oriol Prat, Anna Bou, Xènia Dyakonova y Jordi Vintró. El primero en abrir fuego fue Vintró, el más veterano, echando mano de su poemario La bassa de les oques y de un sentido del humor común en todos ellos. Me quedo con los versos en que habla de la propia poesía, lleno de hallazgos verbales, en que finge ser un veterano que no era cuando los escribió, según propia confesión.

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Luego leyó Anna Bou, a quien, en mi ignorancia, confundí con Xènia Dyakonova y llegué incluso a notarle cierto acento ruso. Bou comparaba sus poemas a pastelitos dulces con regusto amargo. Oriol Prat ofreció, por su parte, unos versos tan pillos como él mismo parecía, sacados directamente de sus experiencias como profesor de catalán, y que despertaban risitas en sus acompañantes. La más risueña de todos, Dyakonova, profesora de poesía en el Ateneu Barcelonès, leyó parte de su obra Per l’inquilí anterior, con un planteamiento bastante original en que los poemas llevan títulos como «factura», «publicitat» y otros por el estilo. Los cuatro parecieron pasarlo bastante bien.

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