Cincuenta islas de Judith

Hace ya unos meses adquirí este Pocket Atlas of Remote Islands en la librería del CCCB, y desde el minuto uno supe que iba a convertirse en un pequeño tesoro, en uno de esos raros volúmenes que parecen hechos a medida, o por un alma gemela. Para alguien que ha pasado horas divagando por Google Earth, a menudo en busca de pequeños puntos de tierra en medio de la nada, este atlas es simplemente emocionante.

Nacida en 1980 en la RDA, Judith Schalansky también había cultivado esa afición a detectar islas en enormes mapas. Afirma en la introducción cómo, finalizada hace mucho tiempo la era de las exploraciones, hoy sólo nos queda viajar desde un atlas o desde Google Earth, sin salir de casa. Me consta que somos unos cuantos los aficionados a perdernos por mapas de sitios remotos en busca de las resonancias de cada lugar, sus historias, sus nombres exóticos. Pero hace falta algo más para elaborar un libro tan bello y único como éste, hecho por una historiadora del arte que reivindica los mapas como obras literarias.

El título que encabeza el prefacio, Paradise is an island. So is Hell, ya nos anuncia que muchas de las historias de estas islas están llenas de sufrimiento y de dolor. A los relatos de supervivencia y heroísmo se suman tragedias y calamidades, como el naufragio de un barco cargado de esclavos en una isla desierta del Índico. Sesenta personas encuentran una libertad nada apetecible en un banco de arena donde no hay nada.

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También están presentes, puesto que el atlas abarca todo el globo, unas cuantas de esas islas donde la desolación y el vacío abruman a los escasos intrépidos que han atracado en sus costas. Tal es el caso de las islas árticas y antárticas, muchas de ellas con evocadores nombres como Lonely Island, Southern Thule, Deception Island…

Quien esté interesado en sumarse a estas exploraciones librescas ha de saber que existe traducción al castellano en Nordica, y si prefiere la versión en inglés de Penguin (que también es una traducción) puede optar entre tapa dura y tapa blanda. La versión de bolsillo que tengo es una maravilla visual, por su mezcla de colores, el borde azul de las páginas y la alternancia entre mapas y textos. Una delicia para compensar que no quede ningún trozo de océano por explorar, pero sí pequeñas joyas como este libro que suponen de por sí un apasionante viaje.